¿Ellas o ellos? quienes son mejores...
La evaluación del estudio Pisa que realiza la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en Europa arrojó como resultado que hasta el final de la escuela elemental chicos y chicas tienen un nivel de rendimiento académico similar –con una leve ventaja a favor de ellas. Con el paso de los años, conforme se avanza en la secundaria, se van abriendo profundas brechas de diferencias entre los géneros.
Lectura sí, números no
Las chicas, por ejemplo, superan ampliamente a los muchachos en materia de lectura, su interés por la literatura es mayor en la secundaria; tanto en el horario escolar como en su tiempo libre ellas se acompañan de un libro. Tal vez también por esta razón sus resultados fueron mejores al momento de evaluar temas como la responsabilidad académica: las muchachas son mucho más cumplidas a la hora de hacer los deberes caseros.
Los muchachos, en cambio, no se toman tan a pecho eso de hacer las tareas, y aunque leer tampoco es lo suyo, en conocimientos matemáticos rebasan de lejos a las jóvenes. Ellas no quieren tener que vérselas con números. A partir de los 15 años su rendimiento en esa asignatura está muy por debajo de la de los chicos de la misma edad.
Culpa del estereotipo
El estudio estableció también que esta situación poco o nada tiene que ver con las verdaderas capacidades y talentos femeninos (o masculinos) y más con los prejuicios en los cuales los jóvenes crecen: “leer no es cosa de chicos, las matemáticas no son para las chicas”. En el documento Pisa de la OCDE quedó claro que las niñas obtienen notas inferiores a las de los niños porque ellas mismas dudan de sus capacidades y no porque carezcan de ellas.
“No debemos aceptar esos prejuicios pues ellos son los responsables de que nuestras sociedades estén desperdiciando un gran potencial educativo”, dijo el secretario general de la OCDE, Ángel Gurría. Las diferencias entre varones y mujeres juegan un papel fundamental a la hora de decidir el futuro profesional. Así, facultades como las de ingeniería se convierten en feudo masculino, mientras las de biología son un reino femenino, algo que objetivamente no debería ocurrir.
El cuadro social resultante -y la distribución de oficios según los géneros- empieza en la secundaria; hombres y mujeres separan allí sus caminos sin que exista una razón para ello que no sea el prejuicio, responsable de eternizarse a sí mismo.